Poco a poco las manifestaciones artísticas han logrado ser una respuesta a un mundo silencioso y evanescente. Logran dar voz a personas, y formas, a lugares que desaparecieron. El color se fractura, los espacios se fracturan, los cuerpos se fracturan y las almas también. Son las artes los testigos, ya no los médicos... Hoy sólo somos testigos de cómo un mundo cae en el olvido y cómo se vuelve antipersonal, antihumano.
El arte se ha tornado en la resistencia final, el testigo final. Es el artista y el destinatario, espero, aún no olvidado del pueblo, que lo va a ver. No hace falta hacer realismo o abstraccionismo para plasmar el alma. Sólo se necesita ser honesto consigo mismo. Como decía el artista, Amauta, mi abuelo y maestro Teodoro Núñez Ureta: “no se puede ser artista con el alma miserable”. Y ser miserable es permitir que el mundo siga en esta vorágine de destrucción a uno mismo y a sus habitantes.
Debemos resistir desde nuestros caballetes, nuestros libros y máquinas, nuestros escenarios. Resistir a que esto siga, y se normalice, hasta la destrucción total. Si algo nos ha enseñado la historia peruana es que somos un pueblo que sabe luchar, transformar y con esperanzas.
“Fracturas Urbanas” es un acto de testimoniar una ciudad que se ha quebrado, fracturado, destruido y olvidado. No quiero que esto ocurra en otras ciudades, mentes y almas.
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Viernes 2 de agosto
Auditorio: MJCM